Apreciación sobre Vanguardia Revolucionaria, a 50 años de su fundación: lecciones del pasado para las luchas de hoy

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Por: César Augusto Aliaga Díaz[1]

INTRODUCCIÓN

El 30 de mayo de 2015 se han cumplido 50 años de la fundación de Vanguardia Revolucionaria (VR), una de las fuerzas de la denominada “nueva izquierda” que tuvo una destacada labor política en los convulsos años 70 y 80 del siglo pasado. Con ese motivo, se han desarrollado, en Lima y otros lugares, algunos foros y se han publicado diversos artículos tratando de rescatar los aportes de esa importante experiencia[2].

Tratándose de un partido que ya ha desaparecido a la fecha, parecería que este esfuerzo de recordación y valoración podría parecer inoficioso. Sin embargo, creemos que hay muchas buenas razones para reflexionar sobre esa experiencia, incluso para quienes provenimos de tradiciones organizativas distintas a las de VR. Pues, como anotó bien el historiador Antonio Zapata, “pudiera parecer que su historia solo tiene interés para los memoriosos, pero en realidad guarda fuerte conexión con los afanes de las izquierdas de nuestros días. Entre otras problemáticas resalta la cuestión del campesinado”[3].

En efecto, para quienes ahora hacemos política desde la perspectiva de la izquierda y en una región mayoritariamente rural como Cajamarca, resulta de mucha utilidad rescatar lecciones y tradiciones de un partido que desarrolló principalmente su acción desde la problemática campesina. Esto es así, porque además, nuestra acción no nace ex nihilo [4]. En verdad, es continuidad y ruptura respecto de muchas tradiciones que en el seno de nuestro pueblo han permitido el resurgimiento de una fuerza política de izquierda como el MAS de Cajamarca.

Por eso, en relación al tema, nosotros que somos políticamente responsables de las generaciones presentes y futuras, podemos repetir a Gramsci cuando decía: “Nos sentimos solidarios con los hombres que hoy son muy viejos y que representan el “pasado” que aún vive entre nosotros, que es necesario conocer, con el cual es necesario arreglar cuentas, y que es un elemento del presente y premisa del futuro[5].  Esto así porque no hay presente ni mañana, sin ayer.

En consecuencia, en las líneas que siguen intentaremos una breve apreciación crítica de la trayectoria política de Vanguardia Revolucionaria, poniendo énfasis en aquellos aspectos que hoy día preocupan en nuestra actual acción política: ¿Cómo surge un partido?, ¿A quién representa?, ¿Cómo se vuelve eficiente? Y ¿Cómo no puede ser derrotado por medios normales?

Pero, contra la tentación natural de intentar reconstruir la historia de Vanguardia Revolucionaria desde la perspectiva nostálgica de recordar su origen, sus fundadores y sus polémicas ideológicas o programáticas[6], que a decir de Gramsci sólo nos darían  la historia de sus grupos dirigentes o de alguna personalidad[7], nosotros, siguiendo las indicaciones metodológicas del gran marxista italiano, intentaremos valorar esa experiencia en un cuadro más amplio, tratando de conocer la historia de las masas que siguieron a sus promotores, que los sostuvo con su confianza, con su disciplina o que los criticó en forma realista, dispersándose o permaneciendo pasiva frente a sus iniciativas. Porque, en última instancia, la historia de un partido es la historia del grupo social del cual es expresión o su parte más avanzada y también la historia de sus amigos, aliados, adversarios y enemigos[8].

Por supuesto que una reconstrucción histórica de semejante naturaleza excede grandemente las pretensiones de este modesto ensayo. Por eso, no dejaremos de señalar, aunque sea a nivel de breves tesis, aquellos aspectos de la historia del complejo social y estatal en el que se desarrolló esa experiencia política, con el objeto que nuestros apuntes reflejen más objetivamente el desarrollo histórico de VR.

CONTEXTO HISTÓRICO DE LA CREACIÓN DE VANGUARDIA REVOLUCIONARIA

En el ámbito internacional, la década de los 60 del siglo pasado, se caracterizó, cuando menos, por los siguientes importantes procesos:

—  Crecimiento y estabilización económica del capitalismo desarrollado, liderado por los Estados Unidos, que permitió una etapa realmente excepcional, acaso única, que se llegó a denominar los “treinta años gloriosos”  que sólo concluyeron con la crisis petrolera de los años 70. Proceso que no sólo fue la base material de la constitución del denominado Estado de Bienestar, sino que, como anota el historiador Eric Hobsbawm[9], por apoyarse en una revolución tecnológica, produjo “una verdadera reestructuración del capitalismo y un avance espectacular de la globalización e internacionalización de la economía”. Este crecimiento inusitado de la industria, de la producción de alimentos, del transporte y de los servicios, generó también una época de gloria de las exportaciones de las materias primas provenientes de los países periféricos, como el caso del Perú. Lo cual se constituyó en el mejor incentivo para la modernización de la economía de dichos países.

—  La conclusión del gran proceso de descolonización, que empezó en el periodo de entreguerras, y que llevó a la consecución de la independencia política formal de muchas naciones, especialmente en  Asia, África, Oceanía y el Caribe. Proceso que Hobsbawm llamó el “fin de los imperios”. Pero que también marcó el inicio de un proceso de “neocolonización”, por medios económicos y financieros más sutiles que la desgastada intervención colonial directa[10]. En cuyo marco se actualizó, en la escena mundial, la lucha por la liberación y la independencia nacionales.

—  El triunfo de experiencias revolucionarias de base campesina. Especialmente, tras el triunfo de la revolución socialista China, los casos de Vietnam y  Cuba, que tuvieron un impacto directo en las clases populares de América Latina, especialmente entre las juventudes, que sintieron cercana la posibilidad de un triunfo revolucionario.[11] Procesos que, en conjunto, revaloraron el rol político del campesinado.

En el ámbito nacional, los procesos más importantes de la década de los sesenta fueron:

—  La crisis del viejo Estado Oligárquico, dirigido por los sectores burgueses intermediarios aliados a los grandes terratenientes, que ante los incentivos provenientes del nuevo escenario político y económico mundial, tiene el imperativo de modernizarse e impulsar la industrialización y el desarrollo capitalista. Lo que, por lo demás, se hizo más o menos eficientemente en la costa, pero que se chocó con la resistencia del gamonalismo serrano que se configuró como la principal traba para el desarrollo de las relaciones capitalistas en los andes peruanos[12].

—  La crisis del sistema oligárquico propició la aparición de nuevas fuerzas políticas de contenido reformista, alentadas por el crecimiento de la urbanización y la consolidación de los sectores medios y de los nuevos grupos laborales. Fue así como aparecieron nuevos partidos: la Democracia Cristiana, Acción Popular, el Movimiento Social Progresista, el Apra Rebelde, que asumieron programáticamente la necesidad de una reforma agraria. Abriendo un clima importante de renovación política.

—  El fracaso de experiencias guerrilleras, del Ejercito de Liberación Nacional y del Movimiento de Izquierda Revolucionaria[13], en medio del gran cisma en el comunismo mundial, con la polémica entre el Partido Comunista de China y el Partido Comunista de la Unión Soviética, que abrió espacios para el surgimiento de nuevas organizaciones revolucionarias, en un clima propiciado por el resurgimiento del sindicalismo clasista y la reactivación de las luchas campesinas, ampliamente favorecido por el desarrollo de corrientes críticas dentro del pensamiento socialista.

El conjunto de estos procesos, generó una coyuntura especial que puso al tema campesino, al tema de la tierra, como el tema político principal del país. Rochabrún[14] sintetiza esta situación así: “Desde los años 50’ del siglo pasado el país se había empezado a mover. Ocurrió en las ciudades, pero al mismo tiempo en el mundo rural, especialmente en el ande. Estaban sedimentando los efectos de ciertas políticas públicas de modernización que venían desde décadas atrás, e intensificadas recientemente, como la expansión de la escolaridad, servicios de salud, energía eléctrica, infraestructuras sanitarias (agua y desagüe), caminos para el transporte motorizado, y nuevas comunicaciones como el teléfono y la radio. El resultado fue un explosivo crecimiento de la población en el campo y en la ciudad, con un nivel de escolaridad incrementado, y con interconexiones cada vez más fluidas. El detonador parece haber sido la presión que la población campesina ejerció sobre la tierra en un mundo serrano con una frontera agrícola estancada, población que fue desbordándose al mismo tiempo 1) hacia la ocupación de tierras colindantes, y 2) emprendiendo una emigración definitiva, pero mayormente no hacia otras zonas rurales sino hacia las ciudades más grandes. Fue un cambio aluviónico en costa y sierra, que al margen de las orientaciones políticas que tuviera cada cual, estaba a la vista de todos. El piso se movía, empujado por inmensas fuerzas que estaban más allá de la voluntad de nadie. La única opción estaba en buscar cómo darles cauce, y las opciones fueron decantadas como reforma o revolución”

Si, reforma o revolución. El país no podía permanecer como hasta entonces. Casi todas las fuerzas políticas oficiales, con excepción de las más derechistas representantes del poder oligárquico, como la Unión Nacional (UNO) y el APRA, todas las demás se pronunciaban a favor de diversas propuestas de reforma agraria. Hasta los Estados Unidos apoyaban esa iniciativa, cuidando sin embargo de evitar que con ese pretexto apareciera una nueva Cuba en América Latina. Esta previsión se hizo más evidente cuando los sindicatos de campesinos de la Convención y Lares en el Cuzco, dirigidos por Hugo Blanco, desarrollaron las “tomas de tierras” como acción directa de reforma agraria. Razón por la que el imperio lanzó su estrategia de desarrollismo contrasubversivo[15].

Los nuevos grupos de izquierda surgen señalando precisamente que una reforma agraria realizada por los sectores dominantes y sus partidos sólo iba a mediatizar la solución del problema campesino y que para resolverlo definitivamente habría que intentar la vía revolucionaria, como en Bolivia y Cuba.

A decir verdad, a mediados de los 60 del siglo pasado, la izquierda, a pesar de su renovado entusiasmo, era una fuerza política marginal en el escenario nacional. La persecución y proscripción política a la que fue sometida desde la crisis de los años 30,  las erróneas políticas que guiaron su accionar, hicieron del Partido Comunista una fuerza política menor, con apenas presencia en el reducido mundo sindical. La división entre grupos pro chinos y pro soviéticos mermó más su potencia política, aunque abrió posibilidades para el crecimiento de los primeros por su atención al problema campesino que empezaba a reconocerse como el problema principal del país.

Los nuevos grupos (el MIR, el ELN y diversas agrupaciones trotskistas), provenientes mayoritariamente de las juventudes universitarias de clase media, no pasaron de ser pequeños destacamentos sin arraigo de masas gracias a su concepción política que inspiraba su acción, basada en la creencia que un pequeño núcleo podía desencadenar una situación revolucionaria, tal como decían que había ocurrido en Cuba.

¿CÓMO SURGE UN PARTIDO?

En el contexto antes descrito, marcado por la derrota militar de las experiencias guerrilleras,  surge Vanguardia Revolucionaria, con el declarado propósito de reiniciar la acción armada, corrigiendo los errores de los grupos derrotados y en cuanto las condiciones subjetivas mínimas fueran las apropiadas. La idea principal era formar un “mínimo de partido” establecido en los núcleos urbano provinciales, capaz de crear mecanismos de movilización que irían penetrando las áreas rurales, para reintentar la estrategia guerrillera[16].

Los avatares organizativos, las primeras polémicas ideológicas y sus prematuras rupturas orgánicas[17], impidieron que VR alcanzara su meta organizativa mínima en el plazo fijado (voluntariosamente fijado como en “uno o dos años”). Aunque el entusiasmo de sus fundadores y sus relaciones internacionales, fue suficiente para instalarse como nueva organización en el todavía pequeño pero competitivo mundo de la izquierda peruana[18].

Pero el hecho que removió las concepciones originales de partido y de estrategia política formuladas por los fundadores de VR fue, sin duda, el surgimiento, en 1968, del denominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, que ante el desconcierto de casi todos los sectores políticos, empezó a aplicar un programa reformista sin precedentes que recogía las principales reivindicaciones que los sectores nacionalistas, progresistas y de izquierda habían levantado hasta entonces: Nacionalización del Petróleo y de las Minas, Reforma Agraria, Reforma Educativa, Reforma Industrial, etc.  Las mismas que además consiguieron el apoyo de importantes sectores del pueblo, en una también inédita incorporación de nuevos actores a la política nacional, especialmente, de los sectores obreros, campesinos y urbano-marginales.

La reacción de la izquierda fue desigual. El Partido Comunista pro soviético (Unidad) resolvió apoyar directamente las reformas, a partir del reconocimiento que el General Velasco, presidente de la Junta Militar de Gobierno hiciera de la CGTP.  Los comunistas pro chinos (Bandera Roja, Patria Roja y Sendero Luminoso) rechazaron en bloque el intento reformista militar, calificándolo de “Gran Burgués, Pro Imperialista y Fascistizante”.  Vanguardia Revolucionaria se debatió entre el apoyo crítico y la denuncia.

La crisis ideológica y política al interior de VR, derivada de la necesidad de delinear una nueva línea política en el contexto reformista, ante la evidente imposibilidad de seguir ya con la estrategia guerrillera, se concretó en 1972 con un llamado para ir a las masas, a construir, a partir de su propia experiencia de lucha, la nueva línea política y las formas de construcción y de acción del partido de la revolución[19], precisamente en un momento de flujo del movimiento popular que, de algún modo, reclamaba nuevos referentes de orientación política.

Como admitió más tarde Ricardo Letts, uno de sus fundadores,  esta propuesta implicó una autentica refundación de Vanguardia Revolucionaria[20], en la medida que implicaba asumir un nuevo objetivo estratégico, una nueva propuesta programática y nuevas formas organizativas y de acción política.

Gramsci[21], el  revolucionario que más ha aportado al desarrollo de una ciencia política marxista, dice que un Partido nace “cuando tiene un objetivo preciso y permanente”,  esto es cuando “su existencia es una necesidad histórica: o sea, cuando las condiciones para su triunfo, para su ineludible transformación en Estado, están al menos en vías de formación y dejan prever normalmente su desarrollo posterior”.

Si esto es así, un Partido nace cuando tiene clara su tarea en un contexto concreto que permita desarrollarla eficazmente, porque como el mismo autor italiano anota: “hay casos paradójicos que un partido termina de formarse cuando no existe más, o sea cuando su existencia se vuelve históricamente inútil”.

La necesidad histórica de un partido se demuestra cuando un sector social ingresa a la escena política sin tener mecanismos de representación o mediación, sea porque se trata de un sector nuevo, que por primera vez ocupa el terreno político o porque, tratándose de un grupo ya activo, no se siente representado por los partidos vigentes y entonces reclama un nuevo referente, en la medida que como bien anota Rauber[22]: “Los sujetos y actores que protagonizan cada coyuntura, situación o problemática son cambiantes. Así como no hay un sujeto predeterminado tampoco hay un sujeto eterno”.

Pero la constitución de un Partido no puede ser, bajo ninguna circunstancia, mero fruto de las condiciones objetivas de la realidad político social, reclama siempre la acción heroica de los fundadores. Gramsci, en el texto que glosamos, señala que la creación de un partido depende “en gran parte de la “existencia de personas con enorme poder volitivo y de extraordinaria voluntad”. Voluntad creadora que sólo la pueden tener quien posee “una férrea convicción de que es necesaria una determinada solución respecto de problemas vitales”. Determinada solución que es creíble para el sector social a quien se la ofrece.

El llamado “Yawarista” operó como factor detonante de esta voluntad creadora, pues llevó a los jóvenes militantes de Vanguardia Revolucionaria reclutados en las universidades limeñas al encuentro con las masas, primero con las del proletariado minero (sierra central), cañero (costa norte) e industrial (Lima) y más tarde con las masas campesinas de Piura, Cajamarca, Ancash, Andahuaylas, Cusco y Puno, principalmente. Masas que por lo demás dejaban de ser un sector social subordinado, disperso y no organizado, para articularse como nuevo sujeto político que incursiona por vez primera en la escena política.

La militancia entendió por su parte que ese esfuerzo de  llevar la ideología revolucionaria a esas masas obreras y campesinas, para fortalecer sus organizaciones, liderarlas y dar dirección política a sus luchas, era también el camino para incorporarse al pueblo, para contagiarse de un nuevo espíritu, para crear una nueva voluntad política fundadora. Y así terminaron convenciéndose que esa manera de insertarse en las masas, reconociéndolas como actoras principales de su propia Historia, era la manera de abrir el camino propio del socialismo peruano[23].

En efecto, sólo a través de su movimiento y organización al interior de las masas, las clases trabajadoras desarrollan su conciencia y trascienden la fase económica, gremialista y espontánea y empiezan a configurarse como bloque histórico. Y, por otro lado, sólo a través de un serio proceso de construcción partidaria fuertemente enraizado en las masas, se resuelve el problema de cómo ese partido se convierte en factor dirigente. Pues, como  señala Rauber[24]: “Los actores sujetos discuten su protagonismo en cada momento y (…), dirimen en cada coyuntura su (auto) constitución [o no] en sujeto sociopolítico, protagonista (en colectivo) de las tareas y desafíos de su tiempo”.

La incorporación de la militancia de VR en las luchas obreras por mejores salarios o por participación en la dirección de las cooperativas, así como en las acciones de masas campesinas para apurar o radicalizar la reforma agraria, marcaron una estrategia y un estilo de un partido que empezó a crecer como nunca antes los había hecho.

No obstante, Ricardo Caro considera que esta táctica, aunque exitosa desde el punto de vista del asentamiento y el arraigo, no fue exitosa desde el punto de vista estratégico, en la medida que terminó postergando indefinidamente el momento revolucionario y porque sumió al partido en una lógica fuertemente espontaneista[25], más todavía cuando por ausencia de mecanismos electivos, la lucha política se desarrollaba por cauces distintos, especialmente mediante la lucha directa.

¿UN PARTIDO, A QUIÉN REPRESENTA?

En principio, en las sociedades modernas, cada clase social fundamental tiene un partido que lo representa. No obstante, como bien anota Gramsci[26]: “se puede observar que en muchos países los partidos orgánicos y fundamentales, por necesidades de la lucha u otras razones, se han dividido en facciones, cada una de las cuales asume el nombre de partido y hasta de partido independiente.” Esto explicaría además, que en ciertos casos, como ocurre en el Perú de hoy, el verdadero “Estado Mayor intelectual” de la clase dominante no pertenezca a ninguna de tales formaciones y actúe aparentemente desde fuera, desde los medios de comunicación, cumpliendo las funciones propiamente políticas de unificación ideológica, de propaganda y hasta de agitación.

Con todo, un partido debe representar siempre a un sector social determinado. Y por supuesto, que desde el punto de vista histórico, tal representación no puede derivarse de lo que el partido diga sobre este hecho. Conviene apreciar, en verdad, cuál es su asentamiento y qué intereses sociales realmente promueve.

Vanguardia Revolucionaria, más allá de la voluntad de sus fundadores de proponerse como un partido representante del proletariado, en realidad terminó representando eficazmente los intereses de diversos sectores del campesinado peruano, especialmente de los más pobres.

Así, bajo la influencia de nuevos procesos políticos e ideológicos (la llamada Revolución del 68 de París, el existencialismo humanista en la versión de Jean Paúl Sartre, la lucha “anti revisionista”, la teología de la liberación, el surgimiento de una iglesia católica de base popular y las nuevas corrientes pedagógicas seguidoras de Paulo Freire), Vanguardia Revolucionaria fue reforzando su constitución como fuerza política representativa de sectores sociales en principio marginadas por las políticas reformistas de corte autoritario del Gobierno Militar.

En efecto, aun cuando VR terminó radicándose en ciertos sectores obreros, su más autentica función de representación política se verificó en el campo, esto a pesar que la reforma agraria impulsada por los militares y su brazo político el SINAMOS prácticamente había monopolizado la bandera principal del campesinado: la lucha por la tierra.

A pesar de ello, la militancia de VR pudo encontrar en ese escenario suficiente espacio para posicionarse e impulsar la acción política de importantes sectores del campesinado (obreros cañeros, comunidades campesinas despojadas por las haciendas y campesinos sin tierra). Como bien anota RENIQUE[27]: “La tardanza en la aplicación de la reforma, el comportamiento anticampesino de las personas responsables de llevarlas a cabo y la inconformidad con los modelos asociativos impuestos por el gobierno”, generaron una serie de conflictos que requerían ser gestionados y resueltos teniendo en cuenta los intereses de los grupos campesinos perjudicados. VR apostó por insertarse en esos movimientos y orientó diversas soluciones.

La inserción de la militancia vanguardista en el mundo rural, no sólo implicó un acercamiento de sectores intelectuales al campo, sino una verdadera “campesinización” de algunos de sus cuadros (Mezzich, Quintanilla, etc.) y también un fuerte proceso de asentamiento en comunidades y organizaciones campesinas, al punto que terminaron por arrebatarle al PCP Bandera Roja la conducción de la Confederación Campesina del Perú, convirtiéndola durante los años 70 en la principal organización de los campesinos pobres de nuestro país[28].

A partir de esa posicionamiento, VR impulsó y acompañó los procesos más importantes de recuperación de tierras comunales de los años 70 y 80: Piura, Huaura, Andahuaylas, Cajamarca, Cuzco y Puno, entre las más emblemáticas[29].

En nuestra región, VR tuvo en los años 70 una presencia importante en la Provincia de Cajamarca. Tomando como base su asentamiento en la Universidad Técnica de Cajamarca (Hoy Universidad Nacional de Cajamarca), especialmente en el estamento estudiantil, se insertó eficazmente en sectores campesinos y de los pueblos jóvenes de la ciudad capital departamental. Y desde allí apoyaron la lucha por la tierra en diversas comunidades como Negritos, Huacatáz, Combayo, Huacraruco, La Pauca  y otros, en cuyo marco se consolidaron como solventes dirigentes: Severino Murrugarra, Félix Calderón Llanos, Heriberto Ventura Castrejón y Segundina Castrejón[30].  Vanguardia Revolucionaria no pudo, sin embargo, extenderse a otras provincias, donde no estuvo vigente el problema de la tierra, por efecto de una distribución anticipada y preventiva de los terratenientes entre los años 50 y 60. Y por eso, no se enganchó oportunamente con el otro movimiento campesino que ha marcado históricamente a la región Cajamarca: el de las rondas campesinas, cuyos ejes de acción eran distintos: paz social, justicia comunitaria, desarrollo local y regional, etc. Lo que ha permitido, por lo demás, mantenerse vigente y en expansión en los últimos 35 años.

No obstante, con su trayectoria regional y nacional, Vanguardia Revolucionaria  confirmó la ley histórica que indica que la lucha por la construcción de un partido de un grupo social subalterno sólo es posible en medio de sus luchas. Pues sólo así se justifica como fuerza dirigente, ayudando al mismo tiempo a configurar el nuevo sujeto social, que se va construyendo como pueblo, esto es como actor político independiente.

La historia del movimiento campesino peruano de los años 70 y 80 del siglo pasado demuestra que VR, al configurarse como partido, fue ayudando también a constituir como sujeto político activo a los campesinos pobres del país, como no había ocurrido antes.

¿CUÁNDO UN PARTIDO ES EFICIENTE?

Gramsci[31], comparando la tarea del político de acción y  el diplomático, dice: “El diplomático no puede dejar de moverse únicamente en la realidad efectiva, porque su actividad específica no es crear nuevos equilibrios, sino conservar dentro de ciertos cuadros jurídicos un equilibrio existente” En cambio, “un político de acción quiere crear nuevas relaciones de fuerzas y no puede por ello dejar de ocuparse del “deber ser”, no entendido por cierto en sentido moralista.” Y luego concluye: “El político de acción es un creador, un suscitador, más no crea de la nada ni se mueve el turbio vacío de sus deseos y sueños, se basa en la realidad efectiva.

La eficiencia del político, individuo o colectivo, consiste, en consecuencia, en modificar con su intervención consciente y activa una determinada coyuntura. Su función no es conservadora, sino de cambio, de transformación.

Un partido es eficiente cuando tiene eficacia real. O para decirlo, nuevamente, con Gramsci[32], un partido es eficiente cuando: “es fuerza determinante, positiva o negativa, sobre el hecho de haber contribuido a crear un acontecimiento o también de haber impedido que otros se produjesen”. Porque, en última instancia, “Un partido habrá tenido mayor o menor significado y peso, justamente en la medida que su actividad particular haya pesado más o menos en la determinación de la historia del país.

En este marco, ¿Cuál fue el impacto de Vanguardia Revolucionaria en la Historia del Perú?

Vanguardia Revolucionaria contribuyó, alentando la organización, la lucha y el activismo de los campesinos pobres de nuestro país, a la democratización del campo por vía de la acción directa. Una mejor distribución de la tierra derivada de la afectación de las grandes haciendas, la incorporación de los intereses de los pequeños productores y de las comunidades campesinas a la escena política y el reconocimiento del derecho al voto de los analfabetos (mayoritariamente campesinos), fueron, entre otros, los aspectos más importantes de ese proceso de democratización, que por cierto aún no ha concluido.

El conjunto de esos cambios, requirió de un activismo integral: político, ideológico, cultural, educativo y organizativo. No se puede crear un partido y, al mismo tiempo, ayudar a configurar, unificar y movilizar un nuevo actor social, sólo sobre la base de apoyar sus luchas inmediatas. El auto reconocimiento de un sector social como sujeto colectivo con una historia concreta, con una identidad definida y con una voluntad de realización trasciende las fronteras propiamente políticas, se desarrolla en el lenguaje, la cultura y las cosmovisiones. Pero también en los aspectos más propiamente políticos de propuesta, organización y fuerza.

Vanguardia Revolucionaria enfrentó esos desafíos con gran efectividad. Además de su fuerte activismo de base, su praxis fue reforzada convenientemente por el apoyo proveniente de sectores intelectuales que empezaron a “interpretar” la nueva realidad rural del país, para discutir las políticas oficiales y proponer vías alternativas de desarrollo rural[33].  Pero también acompañó sus luchas con un fuerte activismo cultural. VR promovió la formación de grupos musicales y de teatro popular que acompañó ese proceso de renacer campesino y de afirmación del orgullo de su identidad andina.

¿CUÁNDO UN PARTIDO NO PUEDE SER DESTRUIDO POR MEDIOS NORMALES?

Gramsci, respondiendo esta pregunta[34], indica que para exista un partido es necesario que coexistan tres grupos de elementos: 1) Un elemento indefinido, de hombres comunes, medios, que ofrecen su participación, su disciplina y su fidelidad, mas no el espíritu creador ni alta capacidad de organización; o sea una masa que aspira a una representación política. 2) Un elemento de cohesión principal, centralizado en el campo nacional, que transforma en potente y eficiente a un conjunto de fuerzas que abandonadas serían cero o poco más, o sea un grupo de dirigentes con vocación de realización histórica. Y 3) Un elemento medio, que articula al primero y al segundo, que los pone en contacto, no sólo físico sino moral e intelectual, o sea un grupo de cuadros intermedios que vincula a la base con la dirigencia, que es el desarrollo natural del primer grupo, su modo de expresarse.

Para el marxista italiano la existencia de las masas de base es la condición necesaria para configuración de un Partido. Pero el Partido no puede existir sólo con ellas. “Constituyen una fuerza en cuanto existan hombres que los centralizan, organizan y disciplinan. Pero en ausencia de esa fuerza cohesiva se dispersan y se anularían en una hojarasca inútil”. Por su parte, respecto del elemento dirigente (que lo es sólo si actúa como fuera cohesiva, con inventiva y orientación estratégica), es claro que un Partido no se forma sólo con ellos. Solos son como “capitanes sin ejército”, pero si actúa debidamente concertado puede formar un ejército incluso donde éste no existe.

Un partido no será destruido por medios normales si tiene proporciones adecuadas de cada uno de estos elementos. Pero esas proporciones sólo surgen en el propio proceso de la acción política que el partido desarrolla. Y ello tiene que ver con la aplicación de su línea estratégica, de su programa, de su táctica, de su capacidad de educación y movilización de sus bases y de las masas en general.

En general, puede decirse que durante los años 70 y 80, Vanguardia Revolucionaria pudo constituir los niveles adecuados de los elementos que configuran un partido eficiente en la coyuntura marcada por la lucha por la tierra. Los problemas posteriores, comunes por lo demás a las otras fuerzas de la izquierda peruana, que originaron la pérdida de su fuerza de masas, tienen que ver con cuatro procesos políticos que no fueron abordados adecuadamente: 1) El desarrollo de su línea política. 2) La incorporación de la izquierda a la lucha electoral.  3) El desafío del inicio de la lucha armada implementada por Sendero Luminoso y el MRTA. Y 4) La crisis del modelo desarrollista y del régimen previsto en la constitución de 1979 y la victoria del modelo neoliberal.

La línea política básica que desarrolló VR en los años 70 y 80 se sintetizó en su consigna: “Por la tierra y el Poder”.  Esa consigna sugería que la lucha por la tierra, más si desarrollaba mediante la acción directa de las masas que de ese modo se insertaban en el proceso político nacional, podría elevarse a la lucha por la “toma del poder”,  asociada, “trenzada” con otras formas de acción incluida la lucha armada, mantenida como tarea general del Partido, pero no priorizada ni implementada realmente, en la medida que “las condiciones objetivas no lo ponían a la orden del día”. En el fondo se trató de una orientación economicista, que terminó en un activismo espontáneo sin perspectiva estratégica y que no podía responder adecuadamente a la famosa pregunta: ¿Y después de la toma de tierras, qué?

Concluida la lucha por la redistribución de la tierra y con el nuevo ciclo político abierto con la Constitución de 1979 y el retorno de la institucionalidad democrática, se intentó llevar las reivindicaciones campesinas al escenario parlamentario y al desarrollo de políticas públicas en la medida que se suponía que los problemas del agro debían ser resueltos desde el Estado. El problema se presentó porque la Izquierda no alcanzó a ser gobierno y, por consiguiente, no pudo presentarse como capaz de dar soluciones reales e inmediatas a los problemas del campesinado y del pueblo en general.

El desarrollo de la lucha armada por Sendero Luminoso y el MRTA afectó profundamente a la izquierda en general. Primero, porque ante la postergación generalizada del momento revolucionario en la mayoría de los partidos, originó la ruptura de algunos sectores que se plegaron a la acción armada. Y segundo, porque no pudo articular una respuesta diferenciada de un accionar violentista irracional, terrorista, que terminó afectando el prestigio de la izquierda en su conjunto.

La crisis del modelo desarrollista y su régimen político, que dio lugar a la coyuntura del autogolpe fujimorista de 1992 y la implantación y desarrollo del Estado Neoliberal, terminó por afectar la representación de la izquierda en su conjunto, que pasó a ser una fuerza política marginal.

LECCIONES A MANERA DE CONCLUSIÓN

1)      Un partido, más tratándose de un partido representante de sectores subalternos, no nace en cualquier coyuntura, ni sólo del deseo de alguna personalidad. Requiere un contexto histórico determinado en el que se aprecie: o la incursión en política de nuevos sujetos sociales urgidos de representación, o la presencia de sujetos activos que ya no se sienten representados por las formaciones vigentes y que por ende reclaman de nuevos referentes. Pero eso, siendo condición necesaria, no es suficiente, se requiere de una enorme voluntad creadora, de un grupo de personas que se siente poseedora de determinadas soluciones a los problemas vitales de su tiempo.

2)      Sólo yendo a las masas, acompañando sus luchas y más profundamente incorporándose en su quehacer cotidiano, los partidos pueden justificarse como representantes y fuerzas dirigentes, en la medida que esa acción permite también unificar, educar y alzar a la lucha al propio sujeto social representado. Pues sólo poniendo en la escena política sus intereses colectivos, dialogando o combatiendo con otros sectores sociales se reconoce su existencia social y política.

3)      El asentamiento político y el crecimiento de la influencia de un partido en un sector social es una tarea compleja, que trasciende las tareas técnicas de educación y organización gremial o política de las masas. Reclama una acción más amplia: Cosmovisión, propuesta programática y acción cultural. Pues de lo que se trata es que el sujeto social representado tenga suficientes elementos de identidad, orgullo  e interés. La política que se funda sólo en intereses materiales inmediatos no es duradera.

4)      La democratización del campo es una tarea inconclusa. A las tareas democráticas de acceso a la tierra, la restructuración democrática de las organizaciones de reforma agraria y el reconocimiento del voto de los analfabetos, alcanzados en los años 80 del siglo pasado, hay que sumar ahora la revitalización de las organizaciones comunales y ronderas, elevar su lucha por el desarrollo sostenible y el reforzamiento de su participación en los procesos políticos locales y regionales, en el marco de una redefinición del problema de la tierra en términos más amplios, no sólo como recurso económico, sino como espacio y bien ambiental, social y cultural.



[1] Ex Vicepresidente Regional de Cajamarca. Secretario de Formación Ideológica del Comité Regional “Mario Florián” del Partido Comunista del Perú – Patria Roja. Dirigente del Movimiento de Afirmación Social – MAS Cajamarca.

[2] El presente ensayo es el desarrollo de la exposición que hicimos en la Mesa Redonda organizada por el Movimiento de Afirmación Social de Cajamarca, el martes 02 de junio de 2015, con motivo de los 50 años de fundación de VR.

[3] ZAPATA, Antonio, “VR y el campesinado de hoy”, en DIARIO LA REPÚBLICA, Lima, edición impresa del 20 de mayo de 2015.

[4] Locución latina traducible por “de la nada” o “desde la nada”, utilizada en Filosofía y Teología para referirse a aquello que se crea a partir de la nada.

[5] GRAMSCI, Antonio. Notas sobre Maquiavelo, sobre la Política y sobre el Estado Moderno, Madrid, 1980, Ediciones Nueva Visión. Página 28.

[6] Un documento de estas características es la tesis de CARO, Ricardo. VANGUARDIA REVOLUCIONARIA. Una introducción a los orígenes y desarrollo de la Nueva Izquierda peruana, 1965 – 1972. Tesis de Licenciatura en Sociología. PUCP, Lima, 1996.

[7]  GRAMSCI, Op. Cit., Página 31.

[8]  Un buen ejemplo de este método en relación a VR y otros grupos de izquierda puede verse en RÉNIQUE, José Luis, La batalla por Puno, Conflicto agrario y nación en los Andes peruanos 1866 – 1995, Lima, IEP, 2004 (Estudios Históricos, 39).

[9]  HOBSBAWM, Eric. Historia del Siglo XX. Buenos Aires, Crítica, 1998. Páginas 260  y siguientes

[10]  HOBSBAWM, Eric. Op. Cit. Páginas 203 y siguientes.

[11] LUST, Jan. Lucha revolucionaria. Perú, 1958 – 1967. Barcelona, RBA Libros SA, 2013. Páginas 23 y siguientes.

[12] RÉNIQUE, José Luis, Op. Cit. Sobre el punto véase especialmente la Parte II denominada “Del Impasse a la Reforma Agraria”. Páginas 126 a 179.

[13]  LUST. Op. Cit.

[14] ROCHABRÚN, Guillermo. Medio Siglo Después. Discurso de inauguración del Foro “Voces de los 60 para los sueños de hoy”, organizado para celebrar los 50 años de VR, el 27 de mayo de 2015.

[15] LUST, Op. Cit. Página 37 y siguientes.

[16] RÉNIQUE, Op. Cit. Página 187.

[17] La división no fue exclusiva de VR,  fue en realidad una marca de la izquierda de la época. Como bien anota CARO, Op. Cit.: “Desde el inicio del régimen militar se dieron rupturas, en 1969 se había escindido Patria Roja del PC Bandera Roja, dirigido por Saturnino Paredes; en 1970 lo hará la fracción ayacuchana y se formará el PCP Sendero Luminoso, dirigido por Abimael Guzmán; se partirá el FIR entre Hugo Blanco y Castro Vera; del PC-Unidad saldría el PC Estrella Roja y del MIR se escindirá un núcleo de dirigentes y militantes que habían seguido una trayectoria común desde organizaciones católicas juveniles. También migrará hacia territorios ideológicos radicales un sector de la juventud de la Democracia Cristiana”

[18] CARO, Op. Cit.

[19] YAWAR, Evaristo (MURRUGARRA, Edmundo). Las tareas actuales del proletariado y la izquierda marxista-leninista. (A propósito de la aparición del ´Frente de Apoyo y Solidaridad Obrero-Campesino-Intelectual´). En: Revista Crítica Marxista Leninista. nro. 4. Junio 1972. Lima-Perú. Llamamiento que fue idéntico al que, en el mismo año, hizo Patria Roja en su legendaria Sétima Conferencia Nacional, bajo la consigna: “¡Ir a las masas básicas de la producción!

[20] CARO, Op. Cit.

[21]  GRAMSCI, Op. Cit. Página 32.

[22] Rauber, Isabel. Gobernar las coyunturas. Elementos teórico-metodológicos para el análisis de las coyunturas política. Página 10.

 

[23] Conviene aclarar que este espíritu fundador no fue exclusivo de la militancia vanguardista. Fue en realidad un signo distintivo de toda una generación de jóvenes de izquierda que optaron por incorporarse a la acción política, con enorme generosidad y gran romanticismo, asumiendo a la revolución como motivo e impulso de sus propias vidas.

[24] Rauber, Isabel. Op. Cit. Página 10.

[25] CARO, Op. Cit.

[26] GRAMSCI, Op. Cit. Página 29.

[27] RÉNIQUE, Op. Cit. Página 189.

[28] RÉNIQUE, OP. Cit. Página 193.

[29] GARCÍA, Diego. Tomas de tierras en el Perú, DESCO, Lima, 1998.

[30] Luego del primer asentamiento, por efecto de las diversas divisiones, la facción que tuvo mayor protagonismo en Cajamarca, fue la de VR-PC.  Más tarde, cuando esa facción se disolvió, en los años 80, la facción principal de VR reabrió una presencia política en la provincia de Hualgayoc, apoyándose en el trabajo de los laicos de las comunidades cristianas fomentadas por el Obispo José Dammert Bellido y el soporte de la CCP.

[31] GRAMSCI, Op. Cit. Página 50.

[32] GRAMSCI. Op. Cit. Página 32.

[33] RÉNIQUE, Op. Cit. Páginas 183, Destaca el rol de la emblemática Célula Artemio Zavala, que más tarde permitió la fundación de diversas ONGs dirigidas por militantes o amigos de VR.

[34]  GRAMSCI, Op. Cit. Página 33.